La primera ley de la termodinámica establece que la energía del universo es constante: no se puede crear ni destruir y sólo se puede transformar. La segunda ley establece que la energía sólo cambia en una dirección: de utilizable a no utilizable, de disponible a no disponible, del orden al desorden. De acuerdo con la segunda ley, todo lo que existe en el universo empezó en forma de energía disponible concentrada y, con el paso del tiempo, se va transformando en energía dispersa y no disponible. La entropía refleja la medida en que la energía disponible en un subsistema del universo se transforma en una forma que deja de ser utilizable.
Las sociedades se organizan y se mantienen convirtiendo la energía disponible del medio en energía para sustentar la vida humana. (…) Pero si la energía se transforma continuamente pasando de un estado disponible a un estado no disponible, del orden al desorden, de concentración a la dispersión, ¿cómo se explica el hecho de que la vida y los sistemas sociales parezcan mantener un nivel elevado de orden y de energía en aparente contradicción con los dictados de la termodinámica?
Hasta que el eminente científico Harold Blum encontró la manera de hacer encajar la biologia en el marco general de las leyes de la termodinámica, los biólogos no habían sabido explicar lo que parecía ser una anomalía en los casos de la vida y las estructuras sociales. (…)
Según Blum, todos los seres vivos están muy lejos del equilibrio: se alimentan sin cesar de la energía disponible en el medio, pero a costa de aumentar la entropía global de ese medio. Este proceso funciona como se explica a continuación. El sol es la fuente de energía libre. Las plantas toman energía del sol por medio de la fotosíntesis y ofrecen una forma de energía concentrada, directamente a los animales que se alimentan de plantas, e indirectamente a los animales que se alimentan de otros animales. Nos mantenemos vivos procesando energía en nuesto cuerpo sin cesar. Si el flujo de energía se detuviera acabaríamos muertos, es decir, en un estado de equilibrio. Por lo tanto, la vida es un ejemplo de sistema termodinámico que no se halla en equilibrio.
El proceso de mantener un sistema en estado de desequilibrio, lejos de la muerte, es costoso desde un punto de vista de la energía. Las plantas, las “centrales de energía” más eficientes de la Tierra, sólo absorben por medio de la fotosíntesis una fracción minúscula de la energía que llega a la Tierra. El resto se disipa. Así pues, esta reducción pequeñísima de la entropía en la planta se produce a costa de un aumento mucho mayor de la entropía total del medio.
Según el filósofo y matemático del siglo XX Bertrand Russell, “todo ser vivo es una especie de imperialista que intenta incorporar el medio a sí mismo y a su descendencia en la mayor medida posible”. Cuanto más evolucionada está una especie en la jerarquía de la naturaleza, para que se mantenga viva, en un estado de desequilibrio, hace falta más energía y se genera más entropía. (…)
Así pues, en la escala evolutiva toda forma de vida se mantiene en un estado de desequilibrio ordenado a costa de crear más desorden en el medio.