Más allá del bien y del mal

Ensayo filosófico de Friedrich Nietzsche.

En la cima de los montes

¡Oh mediodía de la vida! ¡Oh primaveral jardín! ¡Oh bienaventuranza inquieta de quien aguarda y ansía! Espero a los amigos, noche y día: ¿dónde estáis, amigos míos? ¡Venid, llegó la hora, llegó la hora!

(…) ¡Ya estáis aquí, amigos míos! ¡Ay de mí! ¿No es a mí a quien buscáis? Dudáis, os mostráis sorprendidos. ¡Ah, no os enojéis! ¿Yo, no soy yo? ¿No es esta mi mano, mi andar, mi cara?

Y sea como quiera, ¿para vosotros no soy yo? ¿Soy otro?¿Soy extraño a mí mismo? ¿Huído de mí mismo? ¿Soy un gladiador que se venció a sí mismo? ¿He luchado contra mi propia fuerza? ¿Quedé paralizado o herido en las victorias contra mí mismo?

¿Investigué donde el huracán sopla con más vehemencia? ¿Puse mi morada donde nadie? ¿La puse en las zonas desiertas, donde duerme en un sueño de medio año el oso blanco? ¿Aprendí a desconocer el hombre y Dios, la blasfemia y la súplica? ¿Soy el fantasma de los hielos?

¡Oh antiguos amigos míos! ¡He aquí que me miráis pálidos de afecto y de horror! ¡No, marchaos, no me guardéis rencor! ¡Vosotros no podríais morar aquí! ¡Aquí, en el reino del hielo eterno y de las rocas inaccesibles, es menester ser cazador, ágil como la gamuza! ¡Y yo soy ya un cazador maligno! ¡Mirad como tiendo mi arco! ¡Así lo tiende el fuerte entre los fuertes! Pero mirad que esta flecha es peligrosa cual ninguna: ¡apartaos, apartaos por vuestra vida!
¿Os marcháis eh? ¡Oh corazón mío, harto soportaste, pero no fue vana tu esperanza: tu puerta queda abierta a buenos amigos! ¡Destierra recuerdos! Si fueses joven ahora… ¡pero aun puedes serlo!

Del amor que un día en una esperanza nos uniera, ¿quién lee hoy sus carácteres borrosos? Yo me parezco a los pergaminos; soy como ellos pálido, gastado por el tiempo. Ya no son estos mis amigos; ¿cómo debo llamarlos? ¡Espectros de amigos antiguos! Los cuales todavía vienen de noche a mi corazón y a mi ventana, y me miran susurrando: “¡Lo éramos!” ¡Oh pútrida palabra, fragante un día como rosas!

¡Oh mal comprendidos deseos juveniles! Aquellos a quienes yo buscaba, aquellos con quienes yo soñaba, envejecieron, se marcharon. Porque no se mudaron como yo. Sólo quien se muda es pariente mío.

¡Oh mediodía de la vida! ¡Oh segunda juventud! ¡Oh primaveral jardín! ¡Oh bienaventuranza inquieta de quien aguarda y ansía! ¡A mis amigos espero, de día y de noche, a mis nuevos amigos! ¡Venid, llegó la hora, llegó la hora!

La canción es dicha. El dulce grito del deseo ardiente murió en mis labios: un magó le truncó; el amigo de la hora oportuna, el amigo del día. ¡No, eso no, no me preguntéis quién es! Era mediodía… y de uno se hizo dos.

¡Ahora, amigos míos, unidos nosotros, seguros de la victoria, solemnicemos la fiesta de las fiestas! ¡El amigo Zaratustra llegó, llegó el huésped de los huéspedes! ¡Ved, el mundo sonríe, la niebla se disipa… confúndese la luz con las tinieblas!

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