Compórtate
La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos.
- 20/12/2024
Una vez, durante un concierto de órgano en una catedral, mientras se me ponía la piel de gallina en medio de ese tsunami musical, me vi asaltado por un pensamiento: para un campesino medieval, este debía de ser el sonido producido por humanos más alto que jamás hubiera experimentado, inspirador de formas inimaginables. No es de extrañar que se apuntaran a la religión que allí se les presentaba. Y ahora estamos constantemente acribillados por sonidos que empequeñecen a los ya poco corrientes órganos. Hubo un tiempo en el que los cazadores-recolectores podían obtener miel si se topaban con una colmena y, de ese modo, satisfacían brevemente su profundo deseo de encontrar alimento. Y ahora tenemos cientos de alimentos comerciales diseñados cuidadosamente que aportan un estallido de sensaciones que ningún humilde alimento natural puede igualar. Hubo un tiempo en el que teníamos vidas que, en medio de una considerable privación, también nos ofrecían numerosos placeres sutiles, difíciles de conseguir. Y ahora tenemos drogas que producen espasmos de placer y una liberación de dopamina mil veces más alta que cualquier estímulo de nuestro antiguo mundo libre de drogas.
Se produce un vacío fruto de esta combinación de fuentes no naturales de recompensa y la inevitabilidad de la habituación; esto es así porque las explosiones artificiales de experiencias, sensaciones y placeres sintéticos producen unos altos grados no naturales de habituación. Esto tiene dos consecuencias. Primero, pronto apenas nos damos cuenta de los susurros fugaces que producen las hojas en otoño, o de la mirada prolongada de la persona adecuada, o de la promesa de recompensa que vendrá después de una tarea difícil y meritoria. Y la otra consecuencia es que finalmente nos habituamos. Incluso a esas avalanchas artificiales de intensidad. Si estuviéramos diseñados por ingenieros, cuanto más consumiéramos, menos tendríamos que desear. Pero nuestra tragedia humana más frecuente es que cuanto más consumimos, más hambrientos estamos. Queremos más, más rápido y más fuerte. Lo que ayer fue un placer inesperado, hoy lo sentimos como un derecho y mañana no será suficiente.