Por qué mentimos, en especial a nosotros mismos

Experimentos en psicología conductual, por Dan Ariely.

Quizá no siempre sabemos exactamente por qué hacemos lo que hacemos, escogemos lo que escogemos, o sentimos lo que sentimos. Sin embargo, la imprecisión de nuestras motivaciones reales no nos impide inventar razones aparentemente lógicas para explicar acciones, decisiones o sentimientos.

Podemos dar las gracias al lado izquierdo del cerebro por esta increíble capacidad para inventar historias. Como dice el neurocientífico cognitivo Michael Gazzaniga, el cerebro izquierdo es «el intérprete», la mitad que cuenta un relato partiendo de las experiencias. Gazzaniga llegó a esta conclusión tras muchos años de investigaciones con pacientes de cerebro hendido, un grupo raro de personas cuyo cuerpo calloso —el mayor haz de nervios que conecta los dos hemisferios cerebrales— había sido extirpado (por lo general para reducir los ataques epilépticos). Curiosamente, debido a esta anomalía cerebral es posible presentar a esos individuos un estímulo en una mitad del cerebro sin que la otra mitad tenga conciencia alguna de ello.

Mientras atendía a una paciente con el cuerpo calloso extirpado, Gazzaniga quiso averiguar qué ocurre cuando uno pide al lado derecho del cerebro que haga algo y luego al izquierdo (sin información sobre lo que está pasando en el derecho) que dé una explicación de esa acción. Mediante un dispositivo que mostraba instrucciones escritas al hemisferio derecho de la paciente, Gazzaniga ordenaba a dicho hemisferio que le hiciera reír si aparecía fugazmente la palabra «risa». En cuanto la mujer obedecía, él le preguntaba por qué había reído. Ella no tenía ni idea de por qué, pero en vez de decir «no lo sé», se inventaba una historia. «Ustedes vienen y nos examinan cada mes. ¡Vaya manera de ganarse la vida!,» decía.

Esta anécdota ilustra un caso extremo de una tendencia que tenemos todos. Queremos explicaciones del por qué de nuestro comportamiento y de cómo funciona el mundo que tenemos alrededor, incluso cuando nuestras poco convincentes explicaciones tienen poco que ver con la realidad. Somos por naturaleza criaturas cuentistas, narradoras, y nos contamos una historia tras otra hasta dar con una explicación que nos guste y suene lo bastante razonable para ser creída. Y si la historia nos muestra bajo una luz más positiva y favorable, tanto mejor.

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