Maneras de amar

La ciencia de los estilos de apego, por Amir Levine y Rachel Heller.

Supongamos que superas los obstáculos derivados de las estadísticas y conoces a alguien seguro. Hace muchos años, Rachel intentó emparejar a su vecina Chloe con un conocido, Trevor, un gran partido de estilo seguro. El chico, que en aquel entonces estudiaba medicina, estaba deseando conocer a alguien, tras haber roto con la que fuera su novia durante diez años, desde los 18 hasta los 28. De haber dependido de él, no se habrían separado, aunque ella siempre parecía insatisfecha; al final, lo abandonó. Trevor pasó bastante tiempo muy triste, pero estaba dispuesto a volver a salir con alguien. Era muy guapo, tenía sentido del humor y estaba en forma. Poseía una gran fuerza de voluntad, era una persona equilibrada y procedía de una buena familia. Sobre el papel, la pareja ideal, ¿verdad?

No exactamente. Chloe lo conoció y no le gustó lo más mínimo. Reconoció que era muy guapo, incluso atractivo, pero «le faltaba chispa». A la sazón, Rachel estaba estupefacta. No podía entender por qué su amiga lo desdeñaba.

Considerando la situación en retrospectiva, la reacción de Chloe es comprensible: si eres ansioso, cuando conoces a alguien seguro, ocurre lo contrario de lo que sucede cuando te topas con un evasivo. Los mensajes que te transmite son sinceros, directos y coherentes. Las personas seguras no temen la intimidad y se saben merecedoras de amor. No necesitan andarse por las ramas ni recurrir a juegos. Los mensajes ambiguos brillan por su ausencia, al igual que la tensión y el suspense. En consecuencia, tu sistema de apego permanece en relativa calma. Como estás acostumbrado a equiparar un sistema de apego activado con el amor, deduces que esa persona no puede ser «tu alma gemela» porque no suenan las campanas. Asocias un sistema de apego tranquilo con la indiferencia y el aburrimiento. Por culpa de esta falacia, tal vez dejes escapar a la pareja perfecta.

Chloe estaba destinada a pasarlo mal porque daba por sentado que un sistema de apego activado constituía un requisito indispensable para enamorarse. Tony, el hombre que acabó por convertirse en su marido, al principio le pareció seguro de sí mismo e interesante, pero no desaprovechaba la menor oportunidad de denigrarla.

Imaginemos que decides seguir los consejos que acostumbran a dar los libros más populares sobre relaciones. Te ofrecen pautas para «conseguir» pareja, como por ejemplo: no te muestres demasiado accesible, di que estás ocupado aunque no sea verdad, no llames, no dejes que note lo mucho que te importa, envuélvete en un halo de misterio. En el mejor de los casos, actuando así preservarás tu dignidad y tu independencia, incluso te ganarás el respeto de tu pareja. Pero en realidad, al conducirte de ese modo, no estarás siendo fiel a tus verdaderos sentimientos y necesidades. Los estarás dejando de lado para ofrecer una imagen fuerte y autosuficiente. Y sin duda esos libros y los consejos que ofrecen llevan razón; ese tipo de actitud te reportará atractivo. Lo que no mencionan, porque no conocen la ciencia del apego, es que esta actitud te hará más interesante a ojos de un tipo de pareja en particular: la evasiva. ¿Por qué? Porque, en esencia, te incitan a ignorar tus necesidades dejando que la otra persona decida el grado de proximidad o de distancia en la relación. La persona evasiva se hará con su parte del pastel y se la comerá, por así decirlo; disfrutará de la emoción y de la intimidad que dos personas proyectan de forma natural cuando están juntas, sin tener que considerar tus necesidades de intimidad y apego el resto del tiempo. Al convertirte en alguien que no eres, permites que el otro esté contigo en sus propios términos, que vaya y venga cuando le plazca.

Este tipo de comportamiento acarrea además un problema adicional: la mentira acabará por volverse contra ti a largo plazo. En primer lugar, tu pareja evasiva terminará por desenmascararte (se les da muy bien atrapar a los individuos que pretenden restringir su autonomía). En segundo lugar, antes o después acabarás pensando que ha llegado la hora de mostrar tus cartas. Al fin y al cabo, lo que de verdad ansías es disfrutar de cierto grado de intimidad, pasar mucho tiempo de calidad junto a tu pareja, ser capaz de bajar la guardia. Sin embargo, cuando lo hagas, te encontrarás con que tu pareja evasiva se enfría de repente y empieza a desvincularse. En cualquiera de los casos, saldrás perdiendo, porque habrás atraído al tipo de persona que menos te conviene.

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