—¿Has oído hablar de los animales que se devoran una pata para escapar de una trampa? —dijo la anciana—. Es la astucia a la que recurriría un animal. Un humano se quedaría atrapado, soportaría el dolor y fingiría estar muerto para coger por sorpresa al cazador, intentar matarlo y eliminar así un peligro para su especie.
La comezón se convirtió en un ligero ardor.
—¿Por qué me hacéis esto? —preguntó.
—Para determinar si eres humano. Ahora, silencio.