Las mujeres normalmente ganan menos que los hombres. Hay varias razones para esto, una de ellas la discriminación sexual. Para eliminar lo primero, se acepta generalmente que los hombres y mujeres que hacen el mismo trabajo deben recibir el mismo salario. La idea de «igual salario por igual trabajo» está fuera de toda controversia.
En cualquier caso, la gente no ha quedado satisfecha con ese principio incontrovertible de salarios iguales, porque no resuelve el problema de los «guetos rosas», sectores de trabajo con bajos salarios en el que todos los empleados son mujeres. A menudo no hay hombres en estos sectores que sirvan como clase comparativa, con lo que es difícil decir que el salario bajo sea consecuencia de la discriminación. Como resultado, en las pasadas décadas, la intuición básica de que no se debe discriminar se ha extendido a la afirmación algo más dudosa de que los hombres y mujeres deben recibir «igual paga por un trabajo de igual valor», donde «valor» se determina normalmente por cuatro factores: la habilidad, el esfuerzo, la responsabilidad y las condiciones de trabajo.
Se dice que la razón de que se pague menos a las recepcionistas que a los trabajadores de almacén tiene algo que ver con un fallo, por parte o bien de la sociedad o del empleador, a la hora de lograr una evaluación sin sesgos de la dificultad del trabajo que hacen. En otras palabras, dado que todos somos sexistas, creemos que levantar cajas es más duro que hablar por teléfono, y por eso pagamos a los trabajadores de almacén más que a las recepcionistas.
Si los trabajadores del almacén están cobrando más que las recepcionistas por trabajos que implican exactamente el mismo nivel de dificultad, entonces, ¿por qué las recepcionistas no solicitan el trabajo de los almacenes? La respuesta puede ser que tendrían dificultad para ser contratadas en un almacén, dada la discriminación de género. Pero si ésta es la explicación, la forma correcta de combatir el diferencial salarial sería asegurar que las mujeres tengan igual acceso a tales ocupaciones, eliminar la discriminación a la hora de contratar. La manera más fácil de eliminar los guetos es facilitar que la gente salga de ellos.
Pero, desde luego, es dudoso que muchas recepcionistas se interesen por trabajar en los almacenes. Una razón es que la gente tiene diferentes tipos de habilidades y gustos, y tiende a buscar un trabajo lo menos pesado posible, dadas sus preferencias. Los trabajadores del almacén y las recepcionistas no salen de las mismas bolsas de trabajo; las vacantes en un área no se llenarán con solicitantes de la otra. Puede haber una docena de solicitantes para cada trabajo vacante como recepcionista, y sólo dos o tres para trabajos en el almacén. Los trabajadores de almacén acaban siendo mejor pagados simplemente porque están en un mercado de trabajo menos competitivo.
No quiero sugerir que esto sea la que sucede realmente, sino que uno no puede inferir la presencia de discriminación por el simple hecho de que se retribuya el trabajo de igual dificultad con distintas remuneraciones.
Parte del problema del «gueto rosa» suele provenir del hecho de que hay demasiadas mujeres buscando el mismo tipo de trabajo. Desde luego, la limitación de las opciones de carreras profesionales que han tenido históricamente las mujeres es el legado de una discriminación en otros sectores. Las mujeres han hecho tradicionalmente ciertos tipos de trabajo porque se les negaban otras opciones. La solución, en cualquier caso, no es incrementar los salarios del sector femenino: precisamente, eso envía la señal equivocada. Se debe desincentivar a las mujeres a buscar trabajos en campos sobresaturados, no retribuirlas con salarios mayores.