La instrucción me mantenía apartado de los deportes mientras los demás chicos los practicaban todos los días. Formaban equipos colegiales, ganaban sus partidos y conquistaban a las chicas. La mayoría de mis días transcurrían haciendo marchas bajo el sol.
(…) El problema era que tenías que seguir eligiendo entre lo malo y lo peor hasta que al final no quedaba nada. A la edad de 25 la mayoría de la gente estaba acabada. Todo un maldito país repleto de gilipollas conduciendo automóviles, comiendo, pariendo niños, haciéndolo todo de la peor manera posible, como votar por el candidato presidencial que más les recordaba a ellos mismos.
Yo no tenía ningún interés. No tenía interés en nada. No tenía ni idea de cómo lograría escaparme. Al menos los demás tenían algún aliciente en la vida. Parecía que comprendían algo que a mí se me escapaba.