A Renton parece fascinarle el poli socorrista, un mutante alto, delgado, con la cabeza rapada y piel cetrina. Tiene unos ojos como risueños que no casan con la raja cruel que tiene por boca.
— ¿Cómo lo ha convencido para que entrase?
El poli lo mira con leve desprecio antes de ablandarse un pelín.
— Sólo le he hecho un poco de caso. He hablado con él y lo he escuchado.
— ¿Qué le pasa?
— Vosotros sois sus amigos —dice encogiéndose de hombros el cerdo—, a lo mejor os lo cuenta él mismo, cuando llegue el momento.
A Renton parece disgustarle un poco lo que acaba de oír. Se retuerce, incómodo, y luego mira fijamente al policía.
— ¿Pero qué le ha dicho para que volviera adentro?
El poli sonríe con gesto sobrio.
— Sólo le he dicho que por muy mal que pareciese que estaban las cosas ahora mismo, todo eso forma parte de lo que es ser joven. Y que las cosas se vuelven más fáciles. Que tiene que recordar eso y no echarlo todo por la borda. Que la vida es un don.
(…) Renton parece pensarlo por un momento. Mantiene la pose de yonqui, abrazando su propio cuerpo pese a que no haga frío. El puto picota colgado de los huevos va a atraer más la atención de la pasma que Nicksy, temblequeando de esa forma, y encima delante de un poli.
— ¿De verdad? Quiero decir, ¿de verdad se vuelve todo más fácil? —pregunta con urgencia.
El poli niega con la cabeza.
— Y una mierda; se pone mucho peor, maldita sea. Lo único que pasa es que las expectativas que tienes en la vida se vienen abajo. Te acostumbras a toda la mierda y ya está.
Renton parece tan perturbado como yo; nos miramos y nos damos cuenta de que el agente no está de coña. Pienso en el pobre Spud. Renton mira descarnadamente al poli.
— ¿Y si no te acostumbras qué? ¿Qué pasa si no consigues acostumbrarte?
El poli vuelve a levantar la vista hacia los pisos de la parte de arriba, se encoge de hombros y tuerce el morro.
— Pues que la ventana esa seguirá ahí.