«Vosotros miráis a lo alto cuando aspiráis a la elevación. Y yo miro hacia abajo porque estoy alto. ¿Quién de vosotros puede al mismo tiempo reír y estar alto? Quien se cierne sobre las más altas montañas se ríe de todas las tragedias de la escena y de la vida.»
Por lo que más se nos castiga es por nuestras virtudes.
Nuestro estado de ánimo habitual depende del estado de ánimo en que sepamos mantener a quienes nos rodean.
Le has dado ocasión de mostrar grandeza de carácter y no la ha aprovechado. Jamás te lo perdonará.
La crueldad es el remedio del orgullo ofendido.
Hay espíritus que enturbian sus aguas para hacerlas parecer profundas.
La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño.
Lo que nosotros sabemos de nosotros mismos y conservamos en la memoria no es tan decisivo como se cree para la felicidad de nuestra vida. Un día nos cae encima lo que los otros saben (o creen saber) de nosotros - y entonces nos damos cuenta de que eso tiene más poder. Nos resulta más fácil arreglárnoslas con nuestra mala conciencia que con nuestra mala reputación.
Cuando mejor mentimos es cuando la mentira concuerda con nuestro carácter.
¡Quién puede dibujar un árbol sin convertirse en árbol!
Jamás he visto a una persona importante que haya sido corrompida por los elogios. Pero el hecho de que alguien sea corrompido por los elogios proporciona un criterio seguro: esa persona no es importante.
Los acontecimientos y pensamientos más grandes -y los pensamientos más grandes son los acontecimientos más grandes- son los que más se tarda en comprender: las generaciones contemporáneas de ellos no tienen la vivencia de tales acontecimientos - viven al margen de ellos. Ocurre aquí algo parecido a lo que ocurre en el reino de los astros. La luz de los astros más lejanos es la que tarda más en llegar a los hombres; y antes de que haya llegado el hombre niega que allí -existan astros. «¿Cuántos siglos necesita un espíritu para ser comprendido?» -eso es también un criterio, con él se crean también una jerarquía y una etiqueta adecuadas: para el espíritu y para el astro.
Yo he visto desnudos al hombre más grande y al hombre más pequeño: se parecen todavía demasiado. En verdad, he hallado que, incluso el más grande, era… ¡demasiado humano!
Para vivir solo es preciso ser un animal o un dios - dice Aristóteles. Falta el tercer caso: hay que ser ambas cosas -un filósofo.
Sólo oímos las preguntas para las que estamos en condiciones de encontrar respuesta.
¿Qué es genio? - Querer una meta elevada y querer los medios para alcanzarla.
Guárdemonos de estar enfermos demasiado tiempo: pues pronto se impacientan los mirones, por la usual obligación de manifestar compasión, ya que les cuesta mucho mantener por largo tiempo en sí mismos ese estado - y entonces pasan directamente a sospechar de nuestro carácter con este razonamiento: «Vosotros merecéis estar enfermos y nosotros no necesitamos ya cansarnos con la compasión».
Es preciso que digas adiós, al menos por algún tiempo, a aquello que quieres conocer y medir. Sólo cuando has abandonado la ciudad ves la altura a que se elevan sus torres por encima de las casas.
Los parientes de un suicida le toman a mal que no haya permanecido en vida por consideración a la reputación de ellos.
Lo que no me mata me hace más fuerte.
Observe usted lo rápido que ese lector lee, cómo vuelve las páginas - tarda en leer cada una el mismo número de segundos. Saque usted el reloj. Son, todos ellos, pensamientos sobre los que es preciso meditar bien, unos más pesados, otros más ligeros - ¡y él tiene para todos un solo modo de disfrutarlos! Los lee uno tras otro, el desgraciado, ¡como si fuera lícito leer así colecciones de pensamientos!
Me temo que los animales consideran al hombre como un ser igual a ellos que ha perdido, de una manera sumamente peligrosa, el sano entendimiento animal - lo consideran como el animal que delira, que ríe, que llora, que es desgraciado.
Alguien dijo: «Hay dos personas sobre las cuales nunca he reflexionado a fondo: es el testimonio de mi amor por ellas».
Ninguno de los medios de consuelo le hace tanto bien al menesteroso de ellos como el asegurarle que para su caso no hay consuelo. Hay en ello tal distinción que esos hombres vuelven a levantar la cabeza.
El aforismo, la sentencia, en los que yo soy el primer maestro entre alemanes, son las formas de la «eternidad»; es mi ambición decir en diez frases lo que todos los demás dicen en un libro, lo que todos los demás - no dicen en un libro.
En la realidad no ocurre nada que corresponda rigurosamente a la lógica.
En la venganza y en el amor la mujer es más bárbara que el varón.
En la soledad el solitario se devora a sí mismo; en la muchedumbre lo devoran los muchos. Elige, pues.
Todo espíritu profundo necesita una máscara: más aún, alrededor de todo espíritu profundo va creciendo sin cesar una máscara, gracias a la interpretación constantemente falsa, es decir, superficial, de cada palabra, paso, señal de vida que da.
Las convicciones son enemigas de la verdad más peligrosas que las mentiras.
Más que ser felices, los seres humanos quieren estar ocupados. Todo lo que les procura ocupación es, por tanto, un bienhechor. ¡La huida del aburrimiento! En Oriente la sabiduría se acomoda al aburrimiento, hazaña que a los europeos les resulta tan difícil que sospechan que la sabiduría es imposible.
Aquél tenía las grandes obras, pero su compañero tenía la gran fe en esas obras. Eran inseparables; evidentemente el primero dependía por completo del segundo.
Hay mujeres que, por más que se busque en ellas no tienen un interior, sino que son puras máscaras.
Es digno de lástima el varón que se lía con tales criaturas casi espectrales, necesariamente insatisfactorias; mas son justo ellas las que tienen la capacidad de excitar al máximo el deseo del varón: éste busca el alma de esas mujeres - y anda siempre buscándola.
Los seres humanos se precipitan hacia la luz no para ver mejor, sino para brillar mejor. Nos gusta considerar como luz a aquel ante el que brillamos.
Poco valioso es lo que necesita ser probado.
Lo que se hace por amor acontece siempre más allá del bien y del mal.
«Yo he hecho eso», dice mi memoria. Yo no puedo haber hecho eso - dice mi orgullo, y permanece inflexible. Al final cede - la memoria.
Nuestro defectos son siempre nuestros mejores maestros: pero con nuestros mejores maestros siempre somos desagradecidos.
Inducir al prójimo a que se forme una buena opinión de nosotros y, a continuación, creer crédulamente en esa opinión: ¿quién iguala a las mujeres en esa obra de arte?
El Hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza.
Mejor mal acompañado que solo.
«No el que tú me hayas mentido, sino el que yo ya no te crea a ti, eso es lo que me ha hecho estremecer.»
Nos resulta más fácil perdonar a nuestro enemigo que a nuestro amigo.
Lo mejor de una gran victoria es que le quita al triunfador el miedo a una derrota.
Cuanto más nos elevemos, tanto más pequeños pareceremos a quienes son incapaces de volar.
No leeré más a ningún autor al que se le note que ha querido escribir un libro: sino sólo a aquellos cuyos pensamientos se han convertido imprevistamente en un libro.
Me permito hacer la pregunta de si nosotros nos hemos vuelto realmente más morales. El hecho de que todo el mundo lo crea es ya una objeción contra ello…
Todo lo que es profundo ama la máscara.
Hay que volver a la muchedumbre, su contacto endurece y pule, la soledad ablanda y pudre.
Yo desconfío de todos los sistemáticos y me aparto de su camino. La voluntad de sistema es una falta de honestidad.
Al contraer matrimonio debes hacerte antes esta pregunta: ¿Crees que conversarás bien con esa mujer hasta la vejez? Todo lo demás en el matrimonio es transitorio, pero la mayor parte del tiempo de la vida común pertenece al diálogo.
La exigencia de ser amado es la máxima arrogancia.
Quien vive de combatir a un enemigo tiene interés en que siga con vida.
¿Por qué, en la vida cotidiana, casi todo el mundo dice la verdad? -No, ciertamente, porque un dios haya prohibido mentir. Sino, en primer lugar, porque decir la verdad resulta más cómodo ya que la mentira requiere inventiva, disimulo y memoria. En segundo lugar: porque en circunstancias sencillas resulta ventajoso decir directamente: yo quiero esto, yo he hecho esto, y cosas semejantes; esto es, porque la vía de la coacción y de la autoridad es más segura que la de la astucia.
¡La doctrina de la igualdad!… pero si no existe veneno más venenoso que ése: pues esa doctrina parece ser predicada por la justicia misma, mientras que es el final de la justicia… «Igualdad para los iguales, desigualdad para los desiguales» - ése sería el verdadero discurso de la justicia: y, lo que de ahí se sigue, «no igualar jamás a los desiguales».
El único argumento decisivo que en todos los tiempos apartó a los seres humanos de ingerir un veneno no fue que matase, sino que tuviese mal sabor.
De un examen de doctorado. - «¿Cuál es la misión de las universidades?» -Hacer de la persona una máquina. «¿Cuál es el medio para ello?» -La persona tiene que aprender a aburrirse. «¿Cómo se consigue eso?» -Con el concepto del deber. «¿Quién es su modelo en esto?» -El licenciado en letras: éste enseña a ser un empollón. «¿Quién es la persona perfecta?» -El funcionario estatal. «¿Cuál es la filosofía que proporciona la fórmula suprema del funcionario estatal?» -La de Kant: el funcionario estatal como cosa en sí, erigido en juez del funcionario estatal como fenómeno.
Hay que apartar de nosotros el mal gusto de querer coincidir con muchos. «Bueno» deja de ser bueno cuando nuestro vecino toma esa palabra en su boca. ¡Y cómo podría existir un «bien común»! La expresión se contradice a sí misma: lo que puede ser común tiene siempre poco valor.
Ahí hay un lector, no nota que estoy observándolo. Lo conozco hace tiempo - una cabeza inteligente: el ser leído por él no perjudica. -¡Pero si está completamente cambiado! ¿Soy yo el que lo ha cambiado?